28 agosto 2006

La frase

Hay hombres que aún después de muertos dan luz de aurora.

25 agosto 2006

Sarmiento Mario

Hoy no corrí el tren. A veces uno tiene otras cosas en mente y se olvida de lo urgente. Yo no quise darme cuenta que lo había perdido. Arrancó apenas puse un pie en el andén.
El día no podía ser más gris. Arrastré mis pies hasta ponerme bajo el techo de algún local en la mitad de la estación. La gente caminaba lenta. No había viento. De a poco empezó a garuar. Quizás alguno aceleró el paso para salvaguardarse y ligué un pisotón. Yo no pude evitar sostener la mirada en la nada (los días grises no hay nada que mirar).
El tren siguiente no demoró en llegar. Subí a un vagón casi vacío y pude notar cuán sombrío es el Sarmiento cuando falta gente. Las paredes mustias, los asientos aburridos, las puertas inanimadas. Carteles de “compre aquí” o “es más barato acá”. Faltaba el cartel de “¿y a quién le importa?”.
Me ha pasado observar las ventanas como películas pero hoy solo se veía como una tele descompuesta. Había empezado a llover. La lluvia escondía todo. A veces, cuando llueve, no importa demasiado el programa que te perdés.
En la siguiente estación no subió nadie. Seguro en Liniers no iba a faltar una multitud abasallante y algún ingenuo infelíz que quisiera bajar del vagón, contra la corriente.
De a ratos volvía a perder la mirada en un punto fijo. Había conseguido asiento pero estaba tan sola que podía subir mis piernas al asiento contiguo y hasta leer. Me abrumó tanta libertad. No necesitaba semejante espacio. Me hice bolita en mi asiento. Con las piernas inclinadas apoyando el mentón en las rodillas. Recordé que cuando era chica le temía a los trenes.
En Liniers subieron cuatro personas. Nada más. Y nadie bajó.
La señora que se sentó en el asiento enfrentado al mío cerró la ventana pensando que tendría frío. Me observó esperando alguna señal de agradecimiento.
-Señora: no hay viento, la lluvia no me moja, estoy abrigada hasta las pestañas… ¿por qué tanta solidaridad?-.
Sí, se lo dije. Y algo molesta, la señora se fue a sentar al vagón siguiente. Otra vez me había quedado sola. Me sabía rodeada. Me sabía abrazada por la cotidianeidad pero algo había cambiado. Faltaba el aire. Seguí escondiendo mi cara entre las rodillas, abracé fuerte mis piernas y ya no pude contener los ojos de cristal.
No había llegado a la mitad del viaje y noté que estaba en la misma posición que hace exactos cuatro años, cuando me dijeron que mi papá se murió sólo, en la cama podrida de un hospital.
Desde entonces aprendí que hay heridas que el tiempo no cura. Apenas nos enseña a llevarlas con más gracia, dejándolas salar cuando nadie puede verte. Como al viajar en un Sarmiento vacío. Como al viajar en cualquier Sarmiento.

23 agosto 2006

Están todos invitados

18 agosto 2006

“Me separa de los muertos un mundo de malos sueños”


Contó Neruda: Con los artistas de “La Barraca” había llegado a un lejanísimo pueblo de Castilla y acamparon en los aledaños. Fatigado por las preocupaciones del viaje, Federico no dormía. Al amanecer se levantó y salió a vagar sólo por los alrededores. Hacía fío, ese frío de cuchillo que Castilla tiene reservado al viajero, al intruso. La niebla se desprendía en masas blancas y todo lo convertía a su dimensión fantasmagórica.
Una gran verja de fierro oxidado. Estatuas y columnas rotas, caídas entre la hojarasca. En la puerta de un viejo dominio se detuvo. Era la entrada al extenso parque de una finca feudal. El abandono, la hora y el frío hacían la soledad más penetrante. Federico se sintió de pronto agobiado por lo que saldría de aquel amanecer, por algo confuso que allí tenía que suceder. Se sentó en un capitel caído.
Un cordero pequeñito llegó a ramonear las yerbas entre las ruinas y su aparición era como un pequeño ángel de niebla que humanizaba de pronto la soledad, cayendo como un pétalo de ternura sobre la soledad del paraje. El poeta se sintió acompañado.
De pronto, una piara de cerdos entró también al recinto. Eran cuatro o cinco bestias oscuras, cerdos negros semisalvajes con hambre cerril y pezuñas de piedra.
Federico presenció entonces una escena de espanto. Los cerdos se echaron sobre el cordero y junto al horror del poeta lo despedazaron y devoraron.
La escena de sangre y soledad hizo que Federico ordenara a su teatro ambulante continuar inmediatamente el camino. Esto fue tres meses antes de la guerra civil. Cuando lo fusilaron al amanecer de un día como hoy, hace 70 años.

17 agosto 2006

Sarmiento # 10 (o Decálogo del Pasajero Sarmientino)

1- Resignesé. Si viaja en el Sarmiento es porque no le da el target para la combi ni el tiempo para el colectivo. No crea que por visitarlo diariamente tiene derecho a pretender calidad en el servicio, ni respeto. No se desespere si el tren no aparece. Es lo más normal en el mundo del Sarmiento.

2- Valore las comodidades: los adictos y ciclistas ocuparán el extravagante “vagón fumón”. Los pícaros ladronzuelos podrán viajar en horas no-pico, cuando escasea la seguridad y las señoras con lindas cadenitas se animan a viajar. Los laburantes no sufrirán el frío en invierno -tampoco pretenda perfume a frutos del bosque- ni en verano (los dueños del Sarmiento responden a cierta “coherencia empresarial”). Los estudiantes obtendrán asiento para leer si son listos y saben empujar, y podrán conservarlo si se avivan y pasan por dormidos. Y los simples transeúntes podrán divertirse con el delicado balanceo al que nos expone diariamente cada vagón. O sorprenderse con las simpáticas miserias que nosotros, los pasajeros sarmientinos, ya hemos naturalizado.

3- No tenga estilo propio. Nada que lo diferencie del aquelarre que nos distingue será bien recibido. Ahí somos todos iguales. No aceptamos vacas flacas. Evite ser inteligente y pensar demasiado. Hay cosas que simplemente no tienen explicación. No hay ningún “vagón más vacío”. No existen “responsables” por demoras. Si te tocaron “las cachas” no fue casual. Jehová se las tomó hace rato. Y la ley de Murphy se cumple siempre: si sacaste el boleto fuera de hora pico, seguro fue al pedo.

4- Aprenda a estimar los resfríos. Estos lo protegerán de los singulares olores orgánicos que solemos compartir durante el viaje, muchos por falta de baño, dentífrico o mala digestión (si es que el estómago no rechaza algún desayuno, que por supuesto nunca será limpiado).

5- Evite la indignación barata. Ya no nos lamentamos por los animales que no te dejan bajar en la Terminal, presurosos por subir al vagón (de hecho, estamos por legalizar los codazos para poder bajar).

6- Respete cierto margen de robo. Nunca nadie reaccionará ante el sorpresivo manoteo, aunque debe saber que más de uno se queda con ganas de ser el héroe que cruza su pierna para hacer caer al ladronzuelo.

7- Sí, existen los accidentes y los suicidas. Todos los días. Y ellos no tienen demoras.

8- No sea excesivamente respetuoso. Al reencontrarse con gente que hace rato no ve, puede hablar sin parar y muy alto de cualquier trivialidad, y no dejar leer al pasajero que está a su lado. Y no se indigne por la falta de solidaridad: el mundo está superpoblado de embarazadas, niños, ancianos y discapacitados que obtendrán beneficios en futuros viajes. Puede hacerse el dormido, pero recuerde que siempre habrá quien le eche una mirada acusadora. Debe estar psicológicamente preparado para sobrellevar cualquier posible enfrentamiento.

9- Si tiene serias quejas, aporte sus experiencias al Frente Usuarios Desesperados del Sarmiento, grupo de respetables románticos enfurecidos, en plena cruzada por mejorar su calidad de viaje.

10- Nunca pierda la esperanza. Crea en algún Dios, destino o azar que dispondrá algún día un buen administrador que además sea inteligente y se preocupe por el bienestar del pasajero sarmientino. Luego, despiertesé y mejor se apura, que va a perder el rápido.

15 agosto 2006

Lo de Cuba es cosa nuestra

Por Eduardo Aliverti

(aclaración: no creo que haga esto de copiar textos de otros seguido, pero hace días que tengo ganas de escribir sobre el tema y estos días he encontrado un artículo con el que coincido mayormente. A ver qué les parece.)

El periodista piensa, sólo, en esa gente (la mayoría, es probable) que no termina de desentrañar de qué lado ponerse.
Esa gente es la que por un lado simpatiza o se admira con los irrebatibles logros cubanos en la salud, la educación, el hambre cero, indicadores del más alto estándar de vida igualitario de toda América. Y que por otra parte no entiende y se lamenta de las restricciones a la libertad, de la prensa oficial, del partido único, del líder absorbente. Como las conquistas de la revolución no están en duda posible, ni siquiera desde la derecha más recalcitrante, lo criticado por la negativa invita a sumergirse exclusivamente allí para determinar qué tan cierto es eso de las libertades restringidas. O más bien: cuánto de más restringidos están los cubanos que la generalidad de los pueblos del mundo entero. El problema es que eso tampoco conduce a nada porque se transforma en una polémica bizantina, atravesada, gracias a la prédica de los grandes medios de comunicación (el poder, bah), no por cómo están las mayorías, sino por cómo las mayorías se imaginan que están. El emblema insuperable de ese aspecto es la libertad para salir del país. No todos los cubanos pueden hacerlo, es cierto. El “régimen” establece que al cabo de haber solventado todas las necesidades básicas de un ciudadano, éste no debe poder irse cuando mejor le plazca siendo que el Estado invirtió en su formación como se debe. Aun cuando esa decisión parezca entre cuestionable y horrorosa, no resulta invalidada la pregunta de adónde diablos pueden irse, si lo quisieran, las millonarias masas de miserabilizados del mundo. Las chicas o señoras que limpian en nuestras casas, ¿a dónde puede irse? ¿A dónde pueden irse empleados de medio pelo, negreados, jubilados, taxistas, maestros? ¿Cómo es la libertad esa? ¿Y cómo es el pluripartidismo ese en el que con mucha suerte y viento a favor apenas se conoce a los candidatos mostrados por la televisión? Sin embargo: discusión sin destino. El capitalismo trabaja y sigue siendo exitoso gracias a los imaginarios que construye. Es entonces inevitable que Cuba sea juzgada como la justicia social sin libertad, y todas los demás como sociedades con injusticias pero enteramente libres. Artículo tercero, de forma. Proclámese y archívese. No entremos en ésa, dicen estas líneas acerca de sí mismas.
Preguntémonos, sí, qué es lo que tanto molesta de esa isla que no molesta de los chinos, y que no molestó ni molestará de cuanta dictadura hubo y vaya a haber mientras satisfaga los grandes negocios de los bloques de poder. ¿Qué es lo que en verdad no se soporta de Cuba? ¿Que la oposición sólo pueda darse dentro de su sistema, dicho desde una Casa Blanca cuyo jefe sostiene que se está “con ellos o contra ellos” y en nombre de lo cual han desatado masacres e intervenciones de escala planetaria? ¿Que no haya democracia, visto desde regímenes donde sólo los ricos y los aparatos partidarios conservadores pueden tener chances electorales? ¿Que no haya prensa “libre”, denunciado por los monopolios y oligopolios de prensa donde el único culto que rige es la razón del interés comercial? ¿Eso es lo que molesta de Cuba? ¿Eso es lo que verdaderamente nos debe importar de Cuba? ¿Se está hablando de Cuba hasta por los codos porque podría estar muriendo su dictador y renaciendo la libertad o porque hay el regocijo de que la libertad pueda volver a transformarla en el prostíbulo de los yanquis?
Tengamos honor intelectual. No puede caerse así como así en la banalidad de decir que lo insoportable de Cuba es su falta de libertad. A los tilingos que piensan sin más de ese modo les cabe la inmortal frase de Anatole France: “Todos los pobres tienen la libertad de morirse de hambre bajo los puentes de París”. Lo insoportable de Cuba es que ha demostrado que se puede otra cosa. Que se puede resistir, y en soledad, al imperio más formidable de la historia. Que hay una vida con dificultades inmensas pero en la que todos los habitantes tienen garantizado el alimento, el estudio, la medicina, la universidad. Y lo peor, lo más intolerable, es que esa subsistencia, objetivamente heroica, se convirtió en y continúa siendo un faro para los luchadores sociales de todo el mundo; y en particular para el movimientismo y las utopías del patio de atrás. Allí donde haya el escándalo de un desnutrido, de un analfabeto, de enfermedades de la miseria, de una diferencia de clases insultante, de escuelas y hospitales que se caen a pedazos, de cifras espantosas de mortalidad infantil, de viejos abandonados, de pibes enloquecidos por la droga, allí se eleva contra las castas del privilegio el fantasma de Cuba. Y el riesgo es que siga elevándose, hasta que no quede nadie, ni un solo imbécil, que mientras lleva una vida de mierda cuestiona que en Cuba no hay democracia.
De que los cubanos puedan resistir depende que no desaparezca una de las experiencias de liberación más concretas y fascinantes de la historia americana. Si los yanquis vuelven a desembarcar allí, cada oprimido de este mundo habrá de quedarse sin el más real de sus faros. Eso es grave, por mucho que a poco de andar quedara demostrado lo terrible de la recolonización.
Y por eso, esa cosa de Cuba es cosa nuestra.

La frase

Solo se puede ser joven una vez,
e inmaduro toda la vida.

11 agosto 2006

Sarmiento # 9 bis

Llegaba tarde al laburo. Ya era la segunda vez en la semana y sabía que se le iba a complicar con el jefe. El lunes lo amenazó con descontarle del sueldo. Hijos de puta hay en todos lados. Laburo de mierda. Todavía que estaba en negro y siempre, pero siempre tenía que hacer “horas extras”. Ni soñar con cobrarlas…
El bondi le había pasado por delante, pero justo a tiempo escuchó sonar la campana de la barrera. Venía un Sarmiento. Si lo agarraba, llegaba justo. Corrió, pagó el boleto (tuvo suerte de no tener que hacer la fila), y lo alcanzó. Venía hasta las bolas. Los vidrios empañados descubrían la falta de espacio. En la puerta que le tocó sólo subían dos personas más. Pero cuando por fin se abrieron las compuertas, sólo bajó una persona.
Él tenía que entrar. Y se hizo lugar, como siempre, a los tumbos. Demasiada gente, alientos putrefactos y falta de baño. Hasta ahí lo habitual. Pero cuando por fin subió, el turro del maquinista inició la marcha y las puertas no se cerraban. Y sintió que perdía el equilibrio. Lo único que le faltaba: tener un accidente. Si sobrevivía no tenía ni obra social para cubrir los gastos. El tipo estiró el brazo derecho y manoteó lo primero que encontró. Y empezó a tirar de la cabeza de alguien. Si no se agarraba fuerte se caía a la mierda. Qué carajo le importaba si le tiraba un poco de las chapas a un pasajero. Por lo menos su víctima estaba bien agarrada. Increíble pero lo sostuvo bárbaro mientras la puerta empezaba a cerrarse lentamente y el tren se alejaba de la estación. Sí, puteó de lo lindo. Pero la puteada se escuchaba como lejos. La puerta se cerraba y el pasajero (que resultó ser una piba) le clavó las uñas. El tipo no entendía cómo podía ser que no tuviera un poco de piedad. Era obvio que si se soltaba se caía a la mierda. La puerta se cerraba despacito. Por fin se cerró. Ya estaba a salvo, del lado de adentro. A Liniers llegaba en dos minutos, y de ahí al laburo un par de cuadras nomás. Una vez relajado, sintió una patada en la pierna. (¿Pero qué mierda…?) La piba se había desquitado con fuerza. Con la puerta cerrada empezó a escuchar lo que le gritaba: ¿¿Qué sos, enfermito??? ¿¿Pelotudo, me querés desnucar?? ¡¡¿¿No te da la cabeza para pensar qué mierda estás haciendo??!!
(Ey!! Qué boqui-taaaaa. ¿Y a esta qué le pasa?) El tipo miró a la piba atónito. Se ve que la estaría lastimando. Bueno, disculpá, no es para tanto che. Intentó explicarle, pero la piba no entraba en razones. Alzó sus hombros desconcertado. No paraba de putearlo. Menos mal que ya llegaba. Quedó algo sordo. No encontró forma de amortiguar los gritos. Ya estaba cerca. Ya casi Liniers. Hasta que (¡Por fin!) Liniers.

Sarmiento # 9

Se la pasa mal en el andén invernal. A las 8 de la mañana, la espera es infinita y el viento húmedo te riega los cachetes. Las frías manos oscilan entre el meneo y la convulsión. Y agradezco llevar el pelo largo, para que me abrigue la nuca. Hasta que por fin llega el Sarmiento. ¿Por fin? “Sauna gratis” en invierno. Quién lo hubiera dicho. Esa mañana apenas pude entrar, aunque un poco a los empujones. Los empujones, las pisoteadas y hasta los codazos están permitidos. Son las formas cotidianas de humillación en que incurrimos los pasajeros sarmientinos. Como me ha dicho un amigo hace poco: “es que están institucionalizadas”.
Así que subí. Difícil. Oprimida. O exprimida. Casi sin aire. Y con todos los alientos y olores de mis compañeros de viaje. Hasta ahí lo habitual. El verdadero problema se presentó en la estación siguiente: Villa Luro. De mi vagón, de mi puerta, bajó una sola persona. Y subieron tres. No se si he logrado explicar lo apretados que estábamos viajando. No había espacio entre pasajeros. La chica que tenía a mi izquierda me pasaba el brazo por la panza y hasta me pidió perdón (no, mami; si me pedís perdón es porque no tenés idea cómo se viaja acá). A mi derecha un joven ejecutivo cruzaba su brazo por sobre mi cabeza pero al resbalársele la mochila del otro hombro intentó levantarlo bajando el brazo. Finalmente le resultó inútil ayudarse a sí mismo así que renunció a la aventura por falta de espacio.
Villa Luro, entonces. El tercer tipo que entró, ante la evidente falta de lugar donde meter su cuerpo, recurrió a las mencionadas instituciones: la “gambeta errada” (para hacerse lugar en la planicie del vagón), el “gancho derecho” (pero derecho a los estómagos y las espaldas ajenas) y el infaltable “revés con el lomo” (siempre contra los otros cuerpos como estorbos). Y el tipo se hizo lugar. Un poco al borde de la puerta. Casi a punto de caerse. Y la puerta se cerraba lenta. Y el vagón que arrancaba. Y el tipo que no podía y tenía que elegir. Así que se pasó de los límites y violó la ley. Ante la desesperación, me agarró de la cabeza. No, no es un chiste. El tipo estiró el brazo derecho y manoteó lo primero que encontró. Y he ahí mis largos y abufandados cabellos largos, enredándose entre sus dedos, mientras presionaba mi nuca cual estaca con el fin de mantener su equilibrio y hacerse el lugar para no tener que renunciar a ese viaje. Y yo que no entendía cómo era posible que alguien me estuviera tirando de la cabeza y yo permaneciera inmóvil (nunca tan útil para el evento). Así que empecé a gritar. Y el chabón necesitaba mi cabeza, así que no me soltaba ni por todo el petróleo del mundo. Y yo gritaba y la gente empezaba a decir: ¡¡¡Shhhhh!!! Y le decía: ¡¡Pelotudo, soltame la cabeza!! ¡¡¡Loco de mierrrrrdaaaaa!!! Y no me soltaba. Así que le clavé las uñas. Me cansé de la presión intensa y ridícula que podía llegar a partirme la nuca, y le hice pelota las manos. Y no me soltaba. Entonces se me ocurrió que mi “gambeta errada” era de mejor calidad y le di durísimo en la canilla, donde mi hermano me enseñó que duele. Y ahí sí me soltó.
Pero yo seguí gritándole: ¿¿Qué sos, enfermito??? ¿¿Pelotudo, me querés desnucar?? ¡¡¿¿No te da la cabeza para pensar qué mierda estás haciendo??!! Y se animó a decirme, con la voz tímida y algún puchero: Bueno, disculpá, no es para tanto che. Y levantaba los hombros mientras me hablaba como intentando calmar a una loca. Y yo estaba loca. Totalmente desquiciada. Ansiosa por dispararle lo peor de mí a esa criatura inmunda que olvidó que hasta nuestras instituciones sarmientinas son una reverenda cagada. Y así ya no te importa nada. Porque podés tirarle de los pelos a alguien, podés patearlo si es necesario, o hasta podés bajarlo del carro con un rotundo empujón si falta un espacio para vos. O le podés romper la nuca. ¿Cual sería la diferencia? Me indigné tanto que lo seguí puteando hasta la estación siguiente, donde se bajó. Seguramente no soportó la exposición. No podía ser tan descarado de quedarse.
Habiendo perdido al sujeto en que enfoqué todo mi rencor, no supe cómo seguir y pasé a la etapa dos: angustia. La impotencia me quemaba los dientes. Con la cara fruncida, el labio en puchero y los hoyos de la nariz más abiertos que nunca, me atormenté pensando en cómo era posible que los límites que creí habíamos instituido entre todos, por más repugnantes que fueran, ya no alcanzaban.
Entonces pensé: Welcome to the life, Lunita. Y se me escapó una lagrimita.

10 agosto 2006

Sale Papel nomás...


Lugares donde encontrar la revista Papel
-
Centro Cultural Rojas-
Av. Corrientes 2038
-Casa de la Cultura-
Ramos Mejía
-Open Gallo-
Gallo 241
-Librería
Clásica y Moderna-
Callao 842
-Bar de Roberto-
Bulnes y Perón
-Bar
Notorious-
Callao 966
-Cine Cosmos-
Av Corrientes 2046
-Bar Bartolomeo-
Bartolomé Mitre 1525
-Bar Medio y Medio-
Perón y Montevideo
-
Centro Cultural de la Cooperación-
Av Corrientes 1543
Av. Diaz Velez 4492
-Unidad Penitenciaria 31- Ezeiza -
preguntar x Valeria
Demás amigos y conocidos

09 agosto 2006

IMPERDIBLE


En la Primera Edición de Los Mudos:
se presentará el QUINTETO DE LA MUERTE;
se sorteará música y literatura;
y podremos compartir una velada con artistas invitados y amigos.
Amigos bloggers, amigos literatos, amigos fotógrafos, pintores y músicos.
Para compartir es la invitación. El que se lo pierde, se-lo-pierrrrde.

07 agosto 2006

La frase

Si han de callar, que callen aquellos,
los que firmaron pactos de silencio.

06 agosto 2006

Muy bueno


Todos los domingos de agosto (probablemente durante el mes de septiembre esta Obra se presente los días sábados), tienen la oportunidad de animarse a experimentar una forma distinta de vivir una obra de teatro. Hoy me tocó participar, con los ojos vendados durante casi dos horas. Música, lluvia, caramelos, baile, duendes y contacto.
Si se atreven, vale la pena.

04 agosto 2006

Against all odds

Odio la estampida de burros que se abalanzan sobre uno impidiendo la salida del tren. Siempre es la misma historia. Hay estaciones clave: Once (incluyendo Miserere, obviamente), Flores, Liniers y Ramos. De ahí en adelante, por fortuna, desconozco. Hoy me tocó intentar escabullirme para bajar en Ramos. Señora, corra el cochecito pal costado. En medio del camino le vamos a pisar al nene… Hasta tuve que hacer fila para pasar por debajo del brazo-puente de un alto muchacho, que estaba parado en mi camino y no iba a bajar. -Sí, es por acá- me dijo mirando bajo su brazo. -Y son dos pesos-. Se rió como si hubiera descubierto un gran chiste. Al fin y al cabo, todo el viaje es un gran chiste.
Sin perder la paciencia, esperé inmóvil que el tren se detuviera. En cuanto lo hizo y abrió sus puertas, empezamos a salir en hilera por los costados (no olvidar a la señora okupa con el cochecito, en el medio del pasillo). Ya casi saliendo, un tipo que había logrado entrar en el medio, mientras por el costado se deslizaban las dos hileras cual serpientes, perdió el equilibrio y yo no sé si chocó conmigo o si fue otro, pero calló de espaldas al piso. Me sentí en un partido de fútbol y puse la cara y el gesto con las manos en alto casi al grito de ¡yo no lo toqué! Pero lo ayudé a levantarse igual. No es que se mereciera mi solidaridad. El tipo ya estaba adentro del vagón cuando aún no habíamos terminado de bajar nosotros, los de la fila. Seremos la gilada, pero el riesgo lo corre él. Sin embargo, no pude evitar sentirme responsable de su derrumbe.
En realidad… lo pensé y hasta me sentí orgullosa (si es que fui yo la que lo empujó) de que, al menos una vez, la odiosa estampida de burros perdiera a uno de los suyos.

03 agosto 2006

El verso de Israel

"La nueva ecuación arrojará un equilibrio completamente diferente en la región", dijo en referencia a la posible intervención de Naciones Unidas en el sur de Líbano. "Hezbollah pensará dos veces, tres veces, muchas veces antes de atacarnos, y pienso que estamos muy cerca de ese objetivo", agregó Ehud Olmert, el Primer Ministro de Israel.
Se... porque Hezbollah no lo ha pensado ya miles de veces.
Porque Hezbollah está sólo.
Y porque es solo Hezbollah la razón de toda esta guerra...
Andáaaaaaaaaaa!!!!!!!!

02 agosto 2006

La 3era Guerra Mundial queda lejos...

Ni la guerra de 1914 ni la de 1939 fueron técnicamente “mundiales”. Fueron guerras iniciadas en Europa, y que afectaron directamente a su población civil. Sin duda esto no quiere decir que el mapa de poder mundial no se pusiera en funcionamiento. En ambos casos, las redes de alianzas militares y hasta económicas se activaron y de repente todos los países del mundo parecieron obligados a declarar su posición en relación a los acontecimientos europeos. Por eso se les reconoció el adjetivo “mundial”. Fueron guerras que, directa o indirectamente, afectaron hasta a los países que se declararon neutrales (la neutralidad también es una posición, y para muchos tuvo un costo mayor que el de haberse pronunciado a favor de algún bando).
El mundo globalizado de hoy acorrala a todos los países del planeta, y también los afecta en el curso de la guerra actual.
Israel declara que “técnicamente” no está en guerra. Esto es porque no se la ha declarado al Líbano, sino a Hezbollá, una organización que evidentemente no es un Estado que deba respetar las leyes de la guerra (si es que estas existen). Por otra parte, la declaración de guerra al Estado libanés no estaría justificada por una agresión directa de dicho Estado. Eso explica que, técnicamente, es cierto que no tenemos una guerra en Medio Oriente. Pero el conflicto no puede esconderse como una amenaza latente. Y la primera plana en la prensa mundial nos quiere indicar que Medio Oriente puede estallar de una vez… total, “queda lejos”. La guerra real se desata en los confines del mundo y, al no haber sido declarada, sus crímenes difícilmente serán juzgados. El Líbano posteriormente ha solicitado la mediación de la ONU, como si las decisiones del Consejo de Seguridad se caracterizaran por su objetividad y eficiencia en la resolución de conflictos. La búsqueda por institucionalizar esta guerra a través de un interlocutor fantasma, no evitará ni los ataques de un Israel decidido ni la continuidad de la coordinación en la lucha por el panislamismo.
Ya hemos olvidado que los ataques estadounidenses en Afganistán y Sudan en agosto de 1998 (presidencia Clinton), se tradujeron en una amenaza directa de un tal Osama Bin Laden, declarando que la respuesta a dichos ataques “llegará en cualquier parte del mundo” y será “cruel y violenta”. Y que “todo el mundo islámico se ha organizado para atacar a un objetivo estratégico estadounidense o israelí, hacer estallar o secuestrar sus aviones”. Reitero que fue en 1998, para quienes lo hayamos olvidado (viviendo en la gran era de la información).
A partir de allí el mundo, no un continente o región, se ha poblado de funestos atentados. La lista es un tanto más extensa pero incluyen: los aviones del 11-S de 2001, contra las torres gemelas y el pentágono estadounidense; el 12-O contra una discoteca en la isla indonesia de Bali en 2002; el 12-M con bombas en los barrios de Riad, Arabia Saudita, y el 16-M en Casablanca, Marruecos, ambos en 2003; el 11-M que le tocó a España al explotar diez bombas en cuatro trenes de Madrid, en el 2004; el 7-J en tres subtes y un autobús de Londres, y el 9-11 en Jordania cuando tres terroristas se inmolaron en hoteles de Amman, ambos en 2005. En 2006 ya tenemos un 11-J, en los trenes de Bombay, en India. Y todavía resta la mitad del año.
Los atentados afectaron a países cuyos gobiernos desarrollan políticas (internas o exteriores) y/o negociaciones que en alguna medida afectan a la comunidad musulmana. Pero esa “medida” es definida por los dirigentes de Al-Quaeda y las organizaciones que con ella se asocian circunstancial o permanentemente.
Todos los años un atentado, por lo menos. Cada tanto le toca a una de las grandes potencias, cuyos sistemas defensivos, se supone, son más difíciles de vulnerar y requieren de una táctica muy intensamente calculada. Mientras se planean los grandes golpes, una bomba estalla en aquellos países que uno, en el extremo sur de Latinoamérica, a veces ni conoce. Y entonces la guerra no parece tan lejana. Y se parece más a una guerra mundial. Aunque al no haber un enemigo territorialmente visible (un Estado) se la declaramos discursivamente al “terrorismo” como una gran bolsa de gatos en donde todos nuestros males encuentran su razón de ser. O no la declaramos, y nos comportamos neutralmente, porque queremos seguir creyendo que la guerra “queda lejos”.
Yo me pregunto cuando nos vuelve a tocar a nosotros. Considerando el escenario mundial, podría ser en cualquier momento.

01 agosto 2006

Las cosas claras

Desde el primer día, quiero dejar claro que ODIO el mes de agosto. Me quema, me duele y me enerva.
Y eso es todo.

Noche de Cuentos con Alejandría

El Grupo Literario Alejandría, en su segundo año de actividades, presenta el martes 1 de Agosto otra Noche de Cuentos. Esta vez, habrá cuatro escritores invitados a leer:
Néstor Grassi,
Sebastian Basualdo,
Hernán Vanoli y
Violeta Gorodischer.
También contaremos con la presencia especial de Patricia Suárez quien luego de su lectura responderá preguntas del entrevistador y del público.
Al finalizar el encuentro, se sortearán libros y revistas. La cita es a las 20:30hs(rogamos puntualidad) en Bartolomeo (Bartolomé Mitre 1525). La entrada es libre y gratuita. Para participar enviando cuentos o para recibir información, escribir a
alejandriagrupo@yahoo.com.ar.