07 mayo 2006

Antiheroína

- El otro día en el hospital una señora me dijo que yo no bajaba de peso porque como pollo-.

Hoy almorcé en lo de Esther y mi tío Julio. Esther es mi abuela. Pero la mayor parte del tiempo no la soporto. Siempre tiene algo que decir, aunque estemos hablando de otra cosa. Hace comentarios insostenibles, y recuerda eventos ilusorios. Amenaza con relacionar hechos irreconciliables. En realidad… no amenaza. Los relaciona y punto. No reconoce errores (entiendo a quién salgo). No es mala persona, pero a veces sí. Hace dieta por lo menos desde que tengo memoria, aunque siempre pesa más de 100 kg. Tiene 85 años y se queja de todo. Pero no pone voluntad en nada. Llora porque no ve, aunque cuando llega la hora de comentar las noticias es la primera en pasar el chisme. Y sólo habla de enfermedades y muerte. Primero de sus enfermedades y sus muertos. Y de cómo la vida la ha castigado tanto. Luego el resto.
Y cada vez que la veo, no puedo evitar sacar lo peor de mí. Pero hoy me superó su comentario y me resigné al silencio:

-Al final no me dejan comer nada. Porque, nena, también me quitaron la carne de la dieta- decía mientras metía en su boca llena de chorizo un pedacito de asado que nos cocinó mi tío.

Algunas veces tengo tanto miedo de terminar pareciéndome a ella…

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