13 mayo 2006

Sarmiento # 4

Tarde de sábado. Regreso tranquila desde Once. Camino a lo largo del andén hasta que la luz verde me interpela y subo en el penúltimo vagón. Igual continúo hasta el final. Mucha gente para ser día de fin de semana. Seguramente los servicios son pocos, para variar. Todavía no viajé en el trencito nuevo con primer piso. Dicen que no los van a poner en horas pico. Si los largan a las 8 o a las 18hs. la gente se los hace mierda, je.
Como siempre, me subí al primer tren que salía. Esta vez no me equivoqué, como hace unos días que terminé en Castelar porque me subí al rápido. Me re cagué de frío esperando en la estación el tren que me llevara de regreso a Ramos. Bueno, en realidad no es que no me equivoqué
- ¿Este para en todas?- le pregunté a un flaco asomado del primer vagón.
- Sí.- me dijo.
Venía medio colgada, aunque ansiosa por empezar a leer un nuevo libro que me prestó Funes. Cuando llegué al primer vagón (pocos llegan hasta el primer vagón… la gente no quiere caminar hasta ahí, pero a mí me deja bárbaro), busqué un lugar cómodo donde acomodarme. Pero había mucha gente. Obviamente iría de parada. Caminé hasta un recoveco bien iluminado, con una ventana abierta de frente (las ventanas cerradas me ponen neurótica… es inexplicable) y abrí golosamente El pornógrafo. Tenía media hora de viaje. Algo es algo.
Existen en estos lugares ciertos sonidos que forman parte del ambiente. Yo a esta altura los ignoro. Rodeada de gente tan parada como yo, seguramente nos rondaban niños llorones, madres enojadas, vendedores atorrantes, gente que busca gente, limosneros con sida o con hijos con sida, ojos cansados, gestos deformes, y más también. Pero yo no me salía del libro, así que no les puedo contar más detalle.
El caso es que hubo un instante en que se me filtraron los oídos porque el vendedor de turno cambió su discurso uniforme sin poder entender yo de dónde mierda se le ocurrió dispararse para ese lado. Sorprendió. Quizás alguno le puso cara, o no le quiso comprar, o andá a saber qué le dijo… Pero el tipo caminaba a lo largo del tren y de repente levanta aún más la voz y dice:
- Productos importados señores. Nada menos. Compren nomás… Porque ya no hacemos las cosas acá, como se hacía antes. Eso deberíamos hacer. ¡Qué tanto importar ni que ocho cuartos! Deberíamos hacerlos acá. ¡Así tendríamos el país que tanto queremos los argentinos!-. Después volvió al chamuyo de venta.
Yo no sé a qué país se refería. ¿Cuál será el país “que tanto queremos los argentinos”?. Lo ignoro. Pero logró interrumpirme la lectura. Y me la dejó picando.
Cuando se fue, seguí leyendo.

1 Causas y azares:

Blogger Emilie dijo...

vamos con las crónicas del sarmiento! me da cierta nostalgia de mis viajes en tren.
Besos!

11:18 a. m.  

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