24 mayo 2006

Sarmiento # 5

- Ay! ¡Estoy re encerrada, che!- Decía la nena rodeada de gente. La mamá la miraba. Y otra vez:
- Ay! ¡Cómo empujan! Me están apretando de todos lados, mamá...-. Y ahí la madre le dice: - Y si... se viaja así de mal a la mañana y a la tarde. Ahí sube más gente, así que preparate-.
Un rato está bien, pensé. A todos nos sorprenden los empujones, la falta de aire, la falta de espacio... Pero a los pocos minutos, otra vez:
- Maaa, otra vez me están empujando. Bueno, me empujan ma... Y no me dejan pasar más. No sé por qué me miran mal, si me están empujando. ¡Otra vez, estoy toda apretada!!-.
Yo quería leer en paz Siete y el Tigre Harapiento, pero casi no lo logro. Nunca llegué a verle la cara porque pensé que, si volteaba, le iba a meter un soplamoco de aquellos que desde que era pequeña y varonera no le ponía a nadie. Y eso que la miraron bastante mal. Pero la piba no paraba. Y la madre, que al menos parecía haber viajado alguna vez en el Sarmiento, tampoco le ponía los puntos.
- Agarrate que ahí vienen de vuelta-.
- No me dejan pasar...-. Insistía con esa voz uniforme y molesta.
Yo pensaba: ¿qué parte de "no hay lugar para pasar" no entendés, querida?. Subiste en Caballito, en un tren que no pasaba desde hacia media hora, abarrotado de gente: ¿¿¡¡qué posibilidades hay de que puedas respirar!!???-.
Nada... se vive mal... se viaja peor... y uno ya cree que no se puede esperar nada más. Y al que se queja, nos lo comemos crudo.


2 Causas y azares:

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