Le tocó a Munich

Resulta que Spielberg dirige y produce una película de tres horas, para variar, pero que vale la pena (¿para variar?). En fin... me dejó algo frágil la historia. Las olimpiadas de Munich en 1972, son una excusa perfecta para contar otra historia: lo que Marx llama "intereses opuestos y antagónicos", o algo así. Es decir, que los intereses no sólo son opuestos, sino que resultan irreconciliables. Uno puede tener miles de diferencias con alguien, pero eso no necesariamente implica un enfrentamiento. Y bueno, en el conflicto árabe-israelí se ha llegado al punto de la no resolución. Hay mucha historia. Mucha mierda. Mucha sangre. Mucho dolor. Mucho odio. Hay tanto que el límite ha sido superado desde siempre, y hasta siempre. Ese parece ser el mensaje. Que por cada uno que muera de un lado, morirán 5 del otro; pero también nacerán 10. Que no hay salida última. Que si uno se retracta, si otro se retira, si X firma la paz y Z habla de vivir su propia vida, siempre existirá Y. Cuando X y Z invitan a Y al amor, o sencillamente le dicen basta... hay que ver si las cartas no están jugadas ya. En la escena final sucede eso. Y se entiende que cada uno es lo que es. A esta altura, hay dos veredas muy claras, que resultan disímiles. La historia cuenta que son los hombres los que eligen hacerlas incompatibles. Habrá que hacerse cargo.