Hace días
Está de más decir que hace días no me aparezco, pero lo digo igual. ¿Perdón? Si… perdón a mí.
Hay dos películas que me matan. Cuando Harry conoció a Sally, me parece una de las comedias romanticonas más dulces que he visto. Me recuerda que alguna vez yo también hablaba por teléfono con mi gran primer novio y en ese momento veíamos “juntos” esa misma película (él me llamaba, me obligaba a cambiar de canal, y quizás hasta pasaban varios minutos hasta volver a hablar). Siempre que la veo me dibuja una tonta sonrisa que se desliza sutilmente desplazando a mis otros gestos. Esa y Frankie & Johnny. Ambas son la clase de película que me obliga a detener siempre el eterno zapping. Y ahí me quedo. No puedo hacer otra cosa. Tengo que escribir mi blog, tengo que escribir comentarios en otros blog, tengo que escribir un cuento que me pica en la cabeza desde hace rato, tengo que leer a Coelho, un autor que detesto pero al que se le ocurrió escribir una historia que me está gustando… y qué le voy a hacer. Tengo que tomar sol para evitar que mi blanca palidez me acompañe todo el verano. Pero eso sí: con muy buena música detrás, para no aburrirme tanto. ¿Y qué es lo bueno de todo esto? Que todo aquello que no hice porque no pude evitar emocionarme como siempre en la misma escena con esa película, todo lo enumerado, realmente quiero hacerlo. Resulta que tengo un montón de obligaciones. Que no hago más que evadirlas últimamente. Pero que mis derechos adquiridos, mis felicidades, también entraban en esa bolsa. Y hoy no. Creo que es un buen paso. De los pequeñitos que quiero dar. Creo que no importa que la tierra se abra si yo estoy abrazada a mí. Si empiezo a creer que puedo sostenerme a mi misma. No. No es para tanto todavía. Pero ahí quiero llegar primero. Ahí voy, y entonces después aceptaré más naturalmente, y hasta con mayor necesidad, la compañía de quien me quiera acompañar.
Hoy caminaba rumbo a casa de Mary, en Ramos Mejía, y un tremendísimo gordo hdp me siguió de cerca una cuadra y media gritando las bondades de mi orto. No se si llegué a ponerme nerviosa. Estaba en el que alguna vez fue mi barrio. Conocía los recovecos, las excusas, los destinos… Pero no pude deshacerme del tipo tan fácil y eso me hizo recordar al que una vez me robó mis únicos $20 porque venía bien vestida. Mismo horario. Pleno medio día. Habrán pasado 6 años ya. En aquél entonces todavía existía mi viejo, y entonces volver a casa era volver a la seguridad de que nada iba a sucederme. Mentira, no es que sea necia. Pero uno cree eso. Y hoy me sentí bastante sola. Y lo positivo, es que creí que podía con el gordo hdp. De hecho saqué las llaves de la cartera y pensé dos veces si las dejaba en la mano derecha para que la trompada le doliera más… Desistí cuando acepté que no soy Rocky, y que probablemente me iba a doler más a mí con las llaves filosas envueltas en mis puños (vaya tragedia si se me cortaba una uña, con lo que me cuesta perder el tiempo para pintarlas!). Hablando en serio, estoy sintiendo que de verdad quiero estar conmigo. No parezco tan mala compañía… Soy muy vaga, extrema, egoísta y egocéntrica frente al mundo. A mí no me va a pasar el mundo. Pero antes de saltar a eso, me falta pelearme un rato conmigo (o amigarme) y ver cómo y cuándo me paso y no me paso a mí misma. Hoy está bueno notar cuando quiero estar sola. Estarlo. Volver tarde a dormir, sola. Digo, hacer el viaje largo de regreso. Darme cuenta cuando cedí ese espacio para hacer otra cosa, no desde el arrepentimiento de lo que nunca hice, sino desde el aprendizaje de que tengo que hacer lo que quiero. Y que eso no puede ser tan malo. Que quizás los demás nunca fueron parte de mi historia, que tengo que dejar de justificar mi lejanía con “mi cuelgue”, y aceptar que si no me interesa es porque tampoco he resuelto qué me interesa.
Todavía no se cómo me gustan los huevos. Pueden salir fritos, duros, pasados por agua (alguien ya me había dicho cómo se decía eso… pero lo olvidé), etc…
Todavía no se cómo me gustan los huevos, pero estoy probando. Y cuando sepa… Quizás entonces pueda valorar lo que extraigo de los demás, y pueda hasta darles algo digno a cambio.
Por ahora sólo tengo este blog. No es mucho, no está promocionado aún, no tiene destino ni más sentido que el de poner lo que tengo ganas cada día. Eso es lo que es. Aunque yo quiero que sea más. Pero lo será sólo en la medida en que yo lo sea. Por ahora, paciencia… mucha.
Hay dos películas que me matan. Cuando Harry conoció a Sally, me parece una de las comedias romanticonas más dulces que he visto. Me recuerda que alguna vez yo también hablaba por teléfono con mi gran primer novio y en ese momento veíamos “juntos” esa misma película (él me llamaba, me obligaba a cambiar de canal, y quizás hasta pasaban varios minutos hasta volver a hablar). Siempre que la veo me dibuja una tonta sonrisa que se desliza sutilmente desplazando a mis otros gestos. Esa y Frankie & Johnny. Ambas son la clase de película que me obliga a detener siempre el eterno zapping. Y ahí me quedo. No puedo hacer otra cosa. Tengo que escribir mi blog, tengo que escribir comentarios en otros blog, tengo que escribir un cuento que me pica en la cabeza desde hace rato, tengo que leer a Coelho, un autor que detesto pero al que se le ocurrió escribir una historia que me está gustando… y qué le voy a hacer. Tengo que tomar sol para evitar que mi blanca palidez me acompañe todo el verano. Pero eso sí: con muy buena música detrás, para no aburrirme tanto. ¿Y qué es lo bueno de todo esto? Que todo aquello que no hice porque no pude evitar emocionarme como siempre en la misma escena con esa película, todo lo enumerado, realmente quiero hacerlo. Resulta que tengo un montón de obligaciones. Que no hago más que evadirlas últimamente. Pero que mis derechos adquiridos, mis felicidades, también entraban en esa bolsa. Y hoy no. Creo que es un buen paso. De los pequeñitos que quiero dar. Creo que no importa que la tierra se abra si yo estoy abrazada a mí. Si empiezo a creer que puedo sostenerme a mi misma. No. No es para tanto todavía. Pero ahí quiero llegar primero. Ahí voy, y entonces después aceptaré más naturalmente, y hasta con mayor necesidad, la compañía de quien me quiera acompañar.
Hoy caminaba rumbo a casa de Mary, en Ramos Mejía, y un tremendísimo gordo hdp me siguió de cerca una cuadra y media gritando las bondades de mi orto. No se si llegué a ponerme nerviosa. Estaba en el que alguna vez fue mi barrio. Conocía los recovecos, las excusas, los destinos… Pero no pude deshacerme del tipo tan fácil y eso me hizo recordar al que una vez me robó mis únicos $20 porque venía bien vestida. Mismo horario. Pleno medio día. Habrán pasado 6 años ya. En aquél entonces todavía existía mi viejo, y entonces volver a casa era volver a la seguridad de que nada iba a sucederme. Mentira, no es que sea necia. Pero uno cree eso. Y hoy me sentí bastante sola. Y lo positivo, es que creí que podía con el gordo hdp. De hecho saqué las llaves de la cartera y pensé dos veces si las dejaba en la mano derecha para que la trompada le doliera más… Desistí cuando acepté que no soy Rocky, y que probablemente me iba a doler más a mí con las llaves filosas envueltas en mis puños (vaya tragedia si se me cortaba una uña, con lo que me cuesta perder el tiempo para pintarlas!). Hablando en serio, estoy sintiendo que de verdad quiero estar conmigo. No parezco tan mala compañía… Soy muy vaga, extrema, egoísta y egocéntrica frente al mundo. A mí no me va a pasar el mundo. Pero antes de saltar a eso, me falta pelearme un rato conmigo (o amigarme) y ver cómo y cuándo me paso y no me paso a mí misma. Hoy está bueno notar cuando quiero estar sola. Estarlo. Volver tarde a dormir, sola. Digo, hacer el viaje largo de regreso. Darme cuenta cuando cedí ese espacio para hacer otra cosa, no desde el arrepentimiento de lo que nunca hice, sino desde el aprendizaje de que tengo que hacer lo que quiero. Y que eso no puede ser tan malo. Que quizás los demás nunca fueron parte de mi historia, que tengo que dejar de justificar mi lejanía con “mi cuelgue”, y aceptar que si no me interesa es porque tampoco he resuelto qué me interesa.
Todavía no se cómo me gustan los huevos. Pueden salir fritos, duros, pasados por agua (alguien ya me había dicho cómo se decía eso… pero lo olvidé), etc…
Todavía no se cómo me gustan los huevos, pero estoy probando. Y cuando sepa… Quizás entonces pueda valorar lo que extraigo de los demás, y pueda hasta darles algo digno a cambio.
Por ahora sólo tengo este blog. No es mucho, no está promocionado aún, no tiene destino ni más sentido que el de poner lo que tengo ganas cada día. Eso es lo que es. Aunque yo quiero que sea más. Pero lo será sólo en la medida en que yo lo sea. Por ahora, paciencia… mucha.
3 Causas y azares:
Nunca es tarde para recuperarse a uno como compañero... si la gente a la que vos querés te quiere tan odiosa no podés ser...
Te sienta bien estar con vos, te potencia, te ilumina, te resignifica...
che.... quién sos robotobor? Gracias...
ay sos tonta, eh... soy yo boba!! robotobor... no te acordas de los libritos que estaban tomando fresco en mi patio el otro dia??!?!
"El misterio de las valijas verdes"...
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