Regreso desde RCT
El corazón gastado me acompañó en todo momento, y cierta nostalgia me recorrió las entrañas desde que pisé suelo infante. Entendí que si mi lugar no es el mismo, es porque yo ya no soy la que fui alguna vez. Entendí que no se trata de la modernización con que lo han destruído, ni los aires de grandeza que pretenden instalar en los residentes. Al fin y al cabo, aunque más viejos, seguimos siendo los mismos giles de clase media venida a menos cuando el final del menemismo nos quitó la frutilla final. En ese sentido, nada ha cambiado. Qué paradoja... Será que las formas van y vienen, y que las apariencias hasta generan consuelos o desconsuelos. Pero ese lugar, mi lugar, sigue siendo lo que yo construí en él. Ahí están mis amigos de siempre, que son mis amigos sólo esos siete o quince días que los visito en el año. Pero son de los mejores amigos que tengo en la tierra. Allí están los perros que me siguen cada vez. Allí donde encontré la brisa tan deseada, que no me empapó sino que me cubrió tooooodo el cuerpo, y me honró con su humedad. Allí donde el mar sigue siendo mío. Donde de a ratos me cruzo con mi viejo, aunque de a ratos ni a palos. Allí donde la sombra de los roídos acantilados me calma la sangre y el polvo y la arena me guían cerrando mis ojos. No visité los médanos; los que la obra en construcción permitió sobrevivir. No caminé el campo. No tomé el Rápido a Mar del Plata o Miramar. No tomé un masaje (a pesar de la insistente perseverancia de Mary), ni pedí autógrafos a dos o tres pequeñas celebridades. Eso también es parte de allí. Algunos años prefiero dejar de lado determinados placeres y frivolidades. Este verano (aunque no puedo asegurar que no regrese en febrero), hice lo que pude. Creo que de eso se trata, por ahora. Leí como hacía tiempo. Pensé poco pero sentí mucho. Comencé a oír mis heridas. Y a abrigarlas. Y terminé el libro de Coelho, autor que detesto más por su justa forma de llegar a los lugares comunes que por su falta de literatura. Quizás porque me dejó tumbada, frágil y al borde de las lágrimas. Supongo que ahora le debo algo a esa autor, muy a mi pesar, que me dejó picando la deuda conmigo misma. Que ya no soy la misma, pero soy igual. Bueno, no tan igual... por suerte.
3 Causas y azares:
Esto que leo también puede llevarnos a las lágrimas.
Las lágrimas algo marcan, algo dicen; porque tanta agua que cae de nuestro cuerpo en algún lugar se deposita; recorre y continúa. Estaría bueno seguir ese recorrido, tal vez algo se encuentre.
Saludos Blanc, muy lindo este texto (o esta sensación).
gracias che... mirá qué bueno... al menos sirvió para algo inesperado.
justo hoy escribí sobre una aventura nocturna en Siempre Verde y después, más tarde, busqué por los blogs alguna referencia sobre Residencias...
y aquí estamos, compartiendo el recuerdo de los mejores amigos del mundo caminando los 800 metros para el fogón en la playa.
Publicar un comentario
<< Home